Inés asiste al velatorio de Pilar, quien decide dejarle su casa en herencia sin haberla conocido nunca y sin avisar a Leo, su nieta.
Juntas descubrirán un pasado que no conocían, abriendo viejas heridas familiares que se remontan hasta la niñez de la propia Pilar durante los últimos meses de la Guerra Civil y su juventud en la Sección Femenina.
¿Cuánto pesan las herencias emocionales, esa que nadie reclama, pero adolecen a generaciones?
No sólo el proceso de documentación para escribir a Pilar, nuestra protagonista, sino mis propias memorias, que no fueron vividas por mí, pero si por mi abuela, me acompañaron durante todo el viaje que fue escribir.
Su «Yo, oír, ver y callar» tantas veces dicho a mi madre, a mis hermanas y a mí es algo que, aunque sienta que no me pertenece directamente, sigue vivo a través de mí.